domingo, 23 de mayo de 2010

¡QUÉ ME HICISTE!

A América, en quechua Amaraka,
y a sus originarios habitantes

Optaste por mi olvido y ahondaste una zanja
al horadar mi pecho con piedras y cuchillo.
Rememoro tu rostro tras un velo amarillo
y tu infamia grotesca como un cruento naranja.

Mientras el sol del Inca agonizaba en la franja
del bárbaro desierto, pronto tumba del grillo,
éste rompió sus élitros y derribó el castillo
donde tanta Armonía creara Manco Cápac.

La primera herejía y enésimo castigo,
cuando corrió la sangre por el Tahuantinsuyo
y murieron las voces y se extinguió el arrullo

de las aguas benditas que orlaban Amaraka.
Desde entonces presiento que tu olvido me saca
del sino de los Andes y me hace tu mendigo.

ABRAMOS LA PUERTA
PARA IR A JUGAR

(A Thiago)

Cuando al sonido nuevo
de mi voz abras tus ojos
y tus pestañas despierten
al saber que yo llego y hay verbena;
cuando sigas las líneas de mi cara
con deditos inquietos y curiosos
y me preguntes por el pelo blanco,
por las arrugas que besó tu mano,
será quizás la hora, pequeñuelo,
de descansar mis brazos…

Dicen que es tan hermoso el primer nieto.
METAMORFOSIS

Durante muchos años, los habitantes del silencio ahorraron aquella rutina: cada día de la semana significaba algo igual al anterior, la misma semipenumbra, el mismo sonido de las escobas mal pasadas por el aburrido piso de baldosas viejas del patio, el mismísimo plumero que, más que llevarse el polvo y las telarañas, parecía transportarlos de un lado a otro, de mueble en mueble…
Y en las madrugadas, tras el martillo insoportable del antiguo despertador metálico, el arrastrar resignado de las viejas pantuflas de fieltro del dueño de casa, de la cama hasta el baño, del baño a la cocina y de nuevo al dormitorio, desde donde emergía el monótono, cansado trajinar de sus zapatos de ir a trabajar…
Los muebles del living heredado murmuraban entre sí cada noche, cuando Raúl se retiraba a dormir. Suspiraban de aburrimiento, soledad, polvillo y oscuridad. Una vez, el sofá se atrevió a desear que algún día entrara por allí una mujer (no la seria señora que limpiaba), sino una que viviera con Raúl. Habían escuchado por la radio que una dueña de casa pone luz, colorido, perfume… en fin, cambios en la monotonía masculina…
Y llegó el tiempo. Llegó Liliana, novia entusiasta que alguna tarde hasta cocinó un pastel perfumado de miel y jengibre e hizo estremecer a los muebles. La luz y el color inventados por esta mujer se fueron apropiando de los viejos rincones, sobre todo desde que se casó con Raúl. A la antigua mesa de cedro le encantaba que le cambiaran flores (en un coqueto florero) todos los sábados; las ventanas se alegraron y silbaban con cortinas nuevas e, inclusive, el gruñón sofá para uno se había vuelto alegre y feliz… ¡Si hasta le perdonaba a Liliana, cuando se sentaba en él cada noche para escuchar música y tomar el cafecito con Raúl, que con su exceso de kilos le hiciera tronar los fuelles!
ESQUELA

Intratabile, Giovanni. Q.E.P.D. Falleció el 27/02/09. María Dolores de la Paz participa el fallecimiento del padre de su hija, y ruega al Altísimo que tenga la bondad y la misericordia de perdonarlo.
COMPENSACIÓN

El paso de los años trae una serie de contradicciones: nos afloja las carnes y nos endurece el cerebro. De esa conjunción –dicen las malas lenguas- puede nacer la sabiduría.
MINUTO DE SOLEDAD

Dado que ‘morir’ significa separarse de la comunidad (a diferencia de ‘nacer’, que es la primera presentación en público), representa un acto solitario. Aquí se alza una interesante y escalofriante paradoja: el ser humano pasa su vida, supuestamente, aprendiendo y, con suerte, en la vejez ya puede conocer algo de sí mismo. Sin embargo, le toca entonces afrontar un minuto trascendente, sobre el cual lo ignora todo: su muerte
.
INVASIÓN ELECTRODOMÉSTICA
De pronto, la eclosión de electrodomésticos con vida propia comenzó a invadir los hogares, incluso el mío: lucecitas siempre alertando sobre la presencia de uno de ellos, sonidos que empezaban y terminaban mientras los aparatos productores de ellos estaban apagados, indicando vaya uno a saber qué cosas esotéricas de sus mecanismos, se hicieron cotidianos. Casi estábamos acostumbrándonos, pero con el transcurrir de los años, siguieron aumentando los elementos neolucíferos, neosoníferos y neoformíferos en los entornos humanos. Celulares, computadoras, teléfonos de toda laya, clase y raza, luces de emergencia, televisores de plasma y cataplasma, computadoras que caben en la palma de una mano, lapiceras japonesas que parecen sets de lápices sobre un escritorio pero son ordenadores… sirvieron para ir instalando la ola de consumismo ferozmente desatada en el planeta Tierra desde los 80 en adelante, al mismo tiempo que una anestesia general del asombro (el que Aristóteles llamara ‘zaumádsein’ y es y sigue siendo el inicio de todo filosofar y de todo reflexionar)…
Quizás por eso, sólo en aquel primer período de la multiinvasión tecnológica, cada vez que las/os nuevas/os sorprendidas/os usuarias/os entrábamos en casa entre nubes de ojitos verdes y rojos titilantes, empezamos a preguntarnos si, finalmente, no habíamos ingresado, de una vez y para siempre, en la “Guerra de las Galaxias”.